EL DIABLO VISTE A LA MODA

Breve ensayo por Paula Contreras Sánchez



Desde que tengo memoria, decidir qué ponerme siempre ha sido más instinto que regla. Siendo niña, tuve total libertad respecto a cómo quería vestir, y fue precisamente esa autonomía la que forjó la sensibilidad por la moda que hoy me define. Recuerdo vívidamente que, con 12 años, vi por internet esas icónicas carteras blancas de Louis Vuitton, adornadas con el monograma multicolor de Takashi Murakami, una colaboración nacida bajo la dirección de Marc Jacobs para la colección Spring/Summer 2003. Ese día sentí, por primera vez, el anhelo de habitar la piel de una chica cara, de que aquel lujo se fundiera con mi propia esencia. De que la cartera me definiera a mí. 

Vestir es una interesante oportunidad para tensionar la imaginación. La diaria decisión de qué ponernos es como esa escena de El Diablo Viste a la Moda, cuando Miranda Priestly pone en su lugar a la recién llegada Andy Sachs, quien se ríe de los dos cinturones cerúleos supuestamente "idénticos". En ese momento ella, aparte de ser escandalosamente corregida, logra entender el hechizo de la compleja red de influencias y decisiones que hay detrás, incluso de la elección más sutil en el sistema de la moda. 


  •           “¿Estas cosas? Oh, entiendo. Tú crees que esto no tiene nada que ver contigo. Tú vas a tu armario y seleccionas, no sé, ese jersey azul deforme porque intentas decirle al mundo que te tomas demasiado en serio como para preocuparte por lo que te pondrás. Pero lo que no sabes es que ese jersey no es solo azul, no es turquesa, ni es marino, en realidad es cerúleo. Tampoco eres consciente del hecho de que en 2002 Óscar de la Renta presentó una colección de vestidos cerúleos. Y luego creo que fue, Yves Saint Laurent el que presentó chaquetas militares cerúleas. Y luego el azul cerúleo apareció en las colecciones de ocho diseñadores distintos; y después se filtró a los grandes almacenes; y luego fue a parar hasta una deprimente tienda de ropa a precios asequibles, donde tú, sin duda, lo rescataste de alguna cesta de ofertas. No obstante, ese azul representa millones de dólares, y muchos puestos de trabajo, y resulta cómico, que creas que elegiste algo que te exime de la industria de la moda, cuando, de hecho, llevas un jersey que fue seleccionado para ti, por personas como nosotros, entre un montón de cosas”.


Por supuesto, hay quienes dicen que no les importa lo que se ponen, y eso es innegable; incluso relacionarse así con la ropa es, de alguna forma, una decisión de "no estilo". La cuestión es que la ropa llega a nosotres cargada de ideales culturales. Cuando a Andy se le hace este wake up call básicamente la mandan a reapropiarse de quién es ella. Walk the walk bitch. Conócete por medio de vestirte a la moda y sé una básica amante de las tendencias. 


¿Podría deletrear Gabbana?


Tomar el riesgo de combinar cosas que pueden verse increíbles o terriblemente inconexas es, en el fondo, apostar a convivir con las prendas como un soporte vivo. Así, permitimos que ellas nos habiten y nos ayuden a construir recuerdos, son parte de la familia. Muchas veces, el simple acto de vestir y, básicamente, "montar tu show personal”, se convierte en una performance efímera que todos los días repetimos donde decimos cosas sin parar. Hay prendas en mi clóset que encapsulan moods específicos. Por ejemplo, unas botas negras de Bershka con kitten heel son mis cunty boots. Al ponérmelas, me siento segura, confiada, totalmente a cargo, con la actitud de quien “sirve rostro” y sabe que cada detalle del outfit está en su lugar.


Vendiste tu alma el día que te pusiste aquellos Jimmy Choo.


En un mundo saturado de grandes slogans, devolver el poder de la auto-narrativa no es solo consumir una prenda, sino portar un significado. Esta distinción es fundamental. Es un acto de voluntad en la elección de lo que queremos que nuestro cuerpx diga, incluso si es solo un guiño, una ironía o una belleza abstracta.


¿Flores? ¿Para primavera? ¡Qué original!


Se lleva el debate a la calle, al supermercado, a la universidad, no con un megáfono, sino con la persistencia visual. Es una forma de mantener las ideas vivas, de generar conexiones silenciosas entre quienes las entienden, y de recordarnos que el pensamiento crítico y la imaginación no están confinados a los libros, las obras maestras ni a la gente con posiciones de poder.


Me niego a estar resfriada, me pondré un Valentino
¡Por el amor de Dios!


Lo corpóreo se convierte en medio, la indumentaria en mensaje y la cotidianidad en un escenario continuo para el pensamiento disruptivo y la creación de nuevos mundos posibles. No se trata de quién es la que grita más fuerte, sino de la persistencia y la ubicuidad de las ideas para cambiar la realidad desde ejercicios de moda radicales. 


Todo el mundo quiere esto, todo el mundo quiere ser nosotras.




Paula Contreras Sánchez es socióloga y artista. Su práctica interdisciplinaria se despliega desde una identidad lésbica-latinoamericana, articulando arte, teoría social y feminismo en torno al uso crítico de la moda como lenguaje visual y campo de investigación.
Su obra propone imaginar otras formas de habitar lo cotidiano, tensionando los códigos culturales que determinan quiénes somos, cómo debemos vernos y de qué manera nos relacionamos. Trabajos como Sarita Rodríguez (2024) y 15 Minutos de Fama (2023) evidencian su interés por descolonizar y reescribir los imaginarios desde una estética situada, afectiva y política.