3.


Matías:
¿Por qué Japón?


Santiago: Una vez en el Instagram de TOEI caché que tenían una escultura de un gatito y dije “eso es lo que quiero, ¡ir para allá y sacarme una foto con el gatito!”. Ese fue el arranque de todo esto, estar ahí, donde se produce todo.

Japón es la cúspide para la gente que le gusta el anime, el manga, la ilustración. Es muy distinto, allá me metí a una tienda de figuras y cosas y vi desde niños muy chicos hasta gente viejita. Hay monitos en todas partes, es algo intrínseco en la cultura de Japón. Caminas por las calles y ves una lavandería que tiene su propia mascota.

Cuando chico me encantaba el Metal Slug, que tenía un apartado en el menú que se llamaba “museo” en el que veías los dibujos originales, el arte. Entonces encontraba muy loco ir a SEGA y estar donde se crean las cosas.

También la ropa. Japón es un gran precursor. Todo este tema con Harajuku, que es como cuando se juntaban los pokemones en el Portal Lyon, pero en los 80 o 90.

Chile es muy joven, tiene un trabajo con lo que es la cultura de los dibujos y la ilustración. Japón tiene mucho más camino, es como el futuro. Puedes ver cosas que acá no hay, desde lo que es tecnología hasta la cultura en sí. 

En Japón llegas a la esquina y ves una wea del año 200. Es una cultura milenaria. Acá no sucede mucho, sí en el norte o en el sur de Chile, pero con cosas medio místicas-mágicas.


Matías: ¿Qué hiciste?


Santiago: Lo que más hice fue caminar. Salir de noche, observar… porque ni hablo japonés y tampoco me manejo con el inglés. No podía hablar con la gente, así que me limité a mirar. Entraba a una tienda y miraba las cosas. Vi las cosas que acá veía en internet. La primera vez que entré a una tienda me puse a llorar, y estaba llena de gente, qué vergüenza. 

Fui al museo de Doraemon, que veía por ETC TV. Estuve en la ciudad del creador y era igual al anime. Fui a TOEI Animation, los que hicieron Dragon Ball y Los Caballeros del Zodiaco, la parte más conocida de lo que es el anime, y yo estaba ahí, en la puerta, shockeado. 

Fui a ver un pop-up del 35 aniversario de Angel Blue y la tienda de una marca hipericónica que se llama Hysteric Glamour.

Antes de irme para allá pensaba “¿será real?, ¿existirá Japón?, ¿será como dicen que es?”. Es algo muy de horizonte, muy lejos, está al otro lado del mundo, entonces tenía esas preguntas.


Matías: ¿Qué fue lo más impresionante?


Santiago: La Torre del Sol. Fue creada para un evento que se hizo el 68 o el 70, un festival del progreso de la humanidad, y por dentro, en la parte de más abajo, subterránea, te muestran el Japón ancestral, máscaras de madera y hueas muy antiguas. Más abajo hay otro lugar que es vertical, donde ves el plancton, todo iluminado, peces, mamíferos, monos, y al final el humano. Vas caminando por una escalera y vas mirando todas esas cosas que van “avanzando”.

Los trenes, las estaciones, los monorrieles, también. Son alucinantes. Tokio es la ciudad más poblada del mundo. Acá hay gente que se pierde en Baquedano, yo me perdí en Shinjuku: eran ocho pisos de estación. Hay un mall adentro. Diez estaciones de trenes dentro de la misma estación, cuarenta trenes distintos que pasan. Nunca había visto algo así. 

Allá el sintoísmo y el budismo son los principales motores espirituales, por así decirlo. Había santuarios con piedras en las que dejaban agua, arroz y sal. Es muy loco el choque cultural, acá no se ve eso.


Matías: ¿Qué faltó?


Santiago: Estar más tiempo, pero de turista, porque si te vas a vivir eres uno más. En la animación hay mucha explotación. Es enorme. Me hubiera gustado conocer más lugares, más ciudades, más pueblos. Estuve en Tokio, Kyoto y Osaka, que son como las capitales. Fui a Nara, un pueblito, Uji, también, más piola. Es un país súper interesante. Aparte yo veía en Twitch un gringo que vive en Japón y camina, va con su cámara y camina, habla con la gente, come. Después fue loco ver esas cosas en vivo. 

No conocí el mar. Eso me faltó.