Pia Bahamondes es artista y fotógrafa. Mientras estudiaba Artes Visuales descubrió la fotografía, técnica con la que ha desarrollado una carrera y un oficio al dedicarse al registro de obras y exhibiciones de pares. Gracias a ello, ha aprendido a traducir experiencias físicas y tridimensionales en pixeles virtuales y a manejar las expectativas y exigencias de otrxs artistas.
Nos reunimos en su taller en Casa Andacollo, espacio de trabajo que administra, para hablar sobre fotografía, pedagogía, y las actuales exigencias del trabajo artístico.
Nos reunimos en su taller en Casa Andacollo, espacio de trabajo que administra, para hablar sobre fotografía, pedagogía, y las actuales exigencias del trabajo artístico.
Javiera: ¿Cuál fue tu primera aproximación a la fotografía, ya sacabas fotos cuando entraste a la universidad?
Pia: No, comencé cuando entré a la universidad, solo ahí tenía acceso a cámaras, no existían los celulares con las cámaras que existen ahora. En ese momento, la Finis recién había lanzado una mención en fotografía y fui la única que la sacó en mi generación.
J: ¿Por ser una mención nueva?
P: Sí, porque era nueva, pero también porque era una mención considerada menor que otras, como pintura o grabado.
J: ¿Menos importante?
P: Sí, y eso se reflejaba en que tenía menor cantidad de horas, por lo que tenías que complementarla obligatoriamente con otra. Eso demuestra cómo la universidad percibía la fotografía en ese entonces, como algo que tenía que estar acoplada a otra cosa.
J: ¿Y qué te alcanzaban a enseñar con esa limitación de tiempo? ¿Uso de cámaras?
P: Sí, de cámaras en general, análogas y digitales. Ahí pude aprender lo básico. Luego, gracias a que fui ayudante de Patricia Novoa, me sumergí mucho más en el tema, tanto en la parte técnica como en la conceptual.
J: ¿Y cuándo recién habías entrado a estudiar, a qué pensabas que te ibas a dedicar? ¿Qué experiencia tenías con el arte?
P: Entré a estudiar arte porque era buena con las manualidades. De hecho, nunca había pisado un museo en mi vida. Si bien soy de Santiago estuve mucho rato en Puerto Montt y eso influyó de forma importante en mi vida.
J: Si la fotografía es tu “segunda” mención, ¿cuál fue la principal?
P: Grabado, pero al ir entendiendo cómo funcionan las cosas fuera de la universidad decidí seguir haciendo fotografía en vez de grabado. Porque tener una prensa, un taller, ser “grabadora”, era una vía casi imposible, al menos para mí. Entonces la foto me resultó una mejor vía, y la que más me interesó seguir profundizando fue la digital.
J: ¿En qué minuto terminaste de aceptar la fotografía como tu medio o lenguaje? ¿Hubo algún proyecto o momento puntual con la que dijiste, “ah, esto es”?
P: En realidad fue súper gradual y no sé si pude realmente “tomar” esa decisión. Más bien, las oportunidades se fueron presentando para ir avanzando hacia esa dirección. Algunos proyectos fotográficos empezaron a quedar en concursos y lentamente pude entender que era un medio que me interesaba. Luego postulé al magíster de la Chile con un proyecto fotográfico.
J: Ahí pudiste especializarte más.
P: Sí, en el magíster todo mi trabajo e investigación teórica se centraron en trabajar con fotografía digital.
J: ¿Y en qué momento comenzaste a hacer registro de obra, fue algo que tus compañeros de universidad te pedían?
P: No, para nada. Fue después de la universidad, incluso después del magíster. Cuando ya estaba instalada en Casa Andacollo, y a partir de una conversación con Lucas Estévez, quien también tenía taller aquí, comencé a registrar sus obras. Desde entonces, y ya que sus pinturas eran bien difíciles de fotografiar, comencé a aprender cómo se hacían registros de obra.
J: ¿Eran difíciles de capturar por los colores de sus pinturas?
P: Sí, por los colores, pero también por la geometría de sus formas y los planos de color que pinta. Él busca hacer planos de color a través de capas superpuestas y en la fotografía tenía que lograr mantener esos colores completamente uniformes, para lo que se requería de una iluminación muy específica. Después, empecé a ofrecer el servicio a más personas y cobraba muy poco, casi nada. Fue una época de mucho aprendizaje.
De todas formas, creo que hasta el día de hoy sigo aprendiendo, porque siempre me llegan obras nuevas, de materialidades nuevas, lo que me obliga a aprender nuevas estrategias para solucionar su registro.
J: Es complejo aprender a tratar con lo “nuevo”. Entiendo que existen esquemas de luces y pautas para armar sets de fotos, pero ya que las materialidades y los formatos de las obras van cambiando, el trabajo de registrar no solo se reduce a armar esquemas, sino que es entender también cómo hacer que la foto pueda como traducir de manera fidedigna la pieza en su conjunto.
P: Es una súper dificultad que se vuelve motivadora, porque, sí, la foto no se resuelve solamente en lo técnico, sino en atender a los detalles que aporta cada artista, con su pincelada particular, con sus pinturas y materiales específicos. Adicional a eso, existe una experiencia al mirar las obras que, por muy fidedigno que sea el registro, y ocupe todas las herramientas para cuidar ese aspecto, existe una experiencia de la obra que se debe poder transmitir en la imagen final. Y eso es precisamente lo más difícil de lograr. A veces trabajo situando las piezas al lado del registro en mi computador y pienso que, si bien se pueden ver iguales, las obras no siempre terminan reflejándose en la captura. Es ahí cuando dejo de mirar las obras originales y tomo decisiones de postproducción para que las imágenes logren dar cuenta de cómo se perciben las obras en vivo. Mediar aquello es la parte más difícil.
J: Creo que eso es lo tramposo del registro de obra. Hoy experimentamos muchas cosas habiéndolas visto previamente de forma mediada, a través de internet. Son pocas las personas que van a muestras, ya sea por las limitaciones de tiempo, o de nuestros propios cuerpos, y una termina construyendo un montón de cosas a través de lo digital. Es complejo, porque nos hemos acostumbrado a que podemos percibir el arte distanciándolo de su experiencia física. En tu caso, imagino lo complejo que debe ser tener que encargarse de intentar resguardar esa experiencia a través de la foto.
P: Es bien difícil y el aprendizaje es de nunca acabar. Quizás sea por eso que somos pocos los que hacemos registro de obra, aunque ahora han aparecido más personas que lo ejercen. Creo que esto es bueno y no lo veo como competencia, pero sí siento que a veces falta autocrítica respecto al trabajo que se realiza. Creo, también, que siempre hay que ser honesto con el cliente/artista e insistirle que la foto es un medio digital con el que siempre van a existir pérdidas.
J: Claro, es el problema de la traducción y de la búsqueda por recrear un doble de algo que existe y se experimenta en la realidad física.
P: Es por ello que a cada artista nuevo que llega a trabajar conmigo le digo que es probable que el primer registro no nos salga tan bien, que a medida en la que podamos seguir trabajando voy a poder entender mejor su mano, sus colores, y lo que busca priorizar.
J: ¿Qué sería lo bueno, lo malo y lo feo de trabajar con otros artistas?
P: Lo bueno es lo que te comentaba antes, la riqueza de poder compartir en conjunto la búsqueda por representar, en bidimensional, una obra que al artista le requiere mucho tiempo y corazón. Aquello es difícil y bueno al mismo tiempo, porque implica conocer a mucha gente y muchas maneras de trabajar distintas.
Lo malo, o más bien, lo difícil, es que los artistas nos hemos acostumbrado a vivir en un sistema de precarización constante y pareciera que muchos no se dan cuenta que también comienzan a precarizar el trabajo de otros, sobre todo de quienes les prestan servicios y quienes muchas veces son, además, sus pares. Desde que entendí eso me comencé a esforzar por poner límites y no trabajar con personas que no respetan el trabajo que hago.
J: Por eso te preguntaba, porque eres artista y produces obras, y por ello estás trabajando directamente con tus pares. Si solamente prestaras un servicio como quien saca fotos para el retail sería distinto, porque no habitas los mismos lugares. Pero tu posición es muy distinta ya que no puedes desligarte del todo de quienes se sitúan en el lugar de “clientes”.
P: Sí, ahí hay algo que se siente disociativo, porque reconozco un trato distinto cuando te perciben como alguien que presta un servicio a cuando te reconocen como artista visual. Por eso, busco que mi trabajo fotográfico y el de registro tengan nombres distintos e insisto que los créditos del trabajo le sea dado a “Plataforma Visual”.
J: Además de hacer registro y mantener tu práctica, también llevas Casa Andacollo, ¿cómo manejas ser administradora de un lugar que proporciona espacios de trabajo para distintos creativos?
P: Llevar una casa es mucho trabajo y acá somos unas 20 personas que trabajamos en el mundo de las artes y oficios. Y claro, este rol de coordinadora es algo que quita mucho tiempo y energía, porque no solamente es cuidar la casa y mantenerla en un sentido estructural, sino que es también manejar un grupo humano. Al menos, como yo lo veo, tiene que existir aquí una suerte de armonía entre quienes compartimos, porque no se trata de solo de arrendar una oficina y desentenderse, sino que busco que pueda establecerse una comunidad. Creo que todos quienes hemos manejado espacios podemos coincidir en que es una labor muy estresante, tanto a nivel táctico como de recursos humanos.
J: Además de todos los roles que ya definimos, también haces clases. ¿De qué haces clases?
P: Hago clases de Fotografía en la Facultad de Artes de la Finis Terrae, en donde también hago todos los cursos de Arte de una carrera que se llama “Artes Culinarias”, enfocada en enseñar a chicos que están siendo formados para ser chef o administrar restaurantes. Es una carrera que está bajo el alero de la Facultad de Economía.
J: Imagino que tienen una aproximación muy distinta a los encargos.
P: Tienen otro enfoque, completamente. A ellos les hago cursos de arte y creatividad y también de fotografía. Se vuelve un gran desafío porque significa enseñar arte a personas que no quieren ser artistas y, al no tener ese objetivo o motivación inicial, se siente bastante fresco, muchos no se dan ni cuenta de lo buenos que son. También he tenido que aprender a comunicarme con ellos ya que siempre estoy trabajando con las generaciones nuevas y estoy cada vez más lejos de ellos en edad. A pesar de lo desafiante que es, me gusta mucho hacer clases y espero no tener que dejar de hacerlo.
J: ¿Qué puedes concluir en tu experiencia como docente, comparándola con tu experiencia como alumna?
P: Año a año una tiene la posibilidad de mejorar la docencia y preparar a les chiques para el mundo tan duro que se les viene en el futuro. Aunque sea difícil de lograr, creo que la universidad es un lugar en donde se puede trabajar con les alumnes creando ambientes agradables para, ojalá, no repetir lo que una vivió, no solamente durante los años universitarios, sino también después.
J: Tenía la impresión de que llevabas un estilo de vida más bien solitario, porque pensaba en tu trabajo como artista y fotógrafa digital, pero me doy cuenta que en realidad casi todo lo que haces implica trabajar constantemente con otras personas.
P: Sí, demasiado.
J: ¿Te sientes cómoda con eso?
P: Sí, te diría que no, pero la verdad es que sí. Me gusta que haya comunidad en Andacollo, tratar con los artistas de Plataforma Visual y hacer clases a mis alumnes. También reconozco que al final del día solo quiero irme a casa y no hablar con nadie más. Y es que entiendo que hay momentos en donde mi trabajo requiere de mucho contacto con personas distintas, desde chicos de primer año hasta artistas mayores o personas de muchos oficios distintos. He tenido que aprender a mediar.
J: ¿Crees que ha cambiado tu forma de producir obra al entender cómo se muestra el arte en redes o teniendo mayor conocimiento sobre edición?
P: No sé si lo tengo tan claro. En realidad, como en “casa de herrero, cuchillo de palo”, suelo no hacer registro de mis propias exposiciones, solo les tomo fotos con el celular o luego le pregunto a mis amigos si alguien sacó. En realidad, no sé si he ocupado tan específicamente mis conocimientos técnicos, pero comprender mejor cómo funciona el mundo del arte sí me ha hecho tomar decisiones. He identificado dinámicas que no creo correctas y de las que he preferido restarme.
J: ¿Cómo cuáles?
P: Ya no participo en algunos concursos, por ejemplo. Lo que no significa que no participaría de alguna exposición o proyecto si alguien me invita a ser parte, pero ya no busco someterme a ciertas dinámicas.
J: Entonces son más bien cambios relacionados a la comprensión de aspectos más sensibles del mundo del arte que trucos técnicos. Imagino que por el servicio de registro puedes identificar fácilmente peaks de tensión en los artistas asociados a la apertura de convocatorias, incluso si no estás al tanto de ellas.
P: Sí, porque los artistas me traen sus obras y entran en las lógicas de esas instancias y llegan con requerimientos específicos según los distintos concursos. Pero, asimismo, veo cómo los artistas gastan mucho dinero en crear obras inéditas, moverlas, y sacarles un registro profesional, y no sé si en todos los casos esos grandes esfuerzos terminan siendo respetados. Aunque no creo que eso sea culpa de los artistas.
J: Son las condiciones de precarización transversales del sistema, del entorno cultural. Teniendo en cuenta tus reflexiones, ¿crees en el arte hoy? En lo personal, es una pregunta a la que estoy constantemente dando vueltas, como también lo son las formas que tenemos como artistas para establecer relaciones fuera de la lógica expositiva. Este proyecto, por ejemplo, parte a partir de esa pregunta. ¿Cuáles dirías que son tus estrategias para seguir queriendo dedicarte al arte, sea lo que eso sea?
P: Aunque suene romántico, creer en el arte es lo único que nos queda. Es una pequeña forma de resistencia. Creo que en vez de quedarnos enfrascados en la pregunta sobre lo que es arte y lo que no, es más importante entender que, lo que sea que eso es, vive en estos proyectos que mantenemos o en esta conversación que estamos teniendo ahora.
Yo hago cuatro fotos al año y las expongo donde me aparece la oportunidad de hacerlo. No creo responder a la idea de artista que busca el circuito o la academia, y tampoco creo ser una persona que vive de su arte, pero vivo de las clases, del proyecto Plataforma Visual y de Casa Andacollo. Aun así, y por alguna razón que no puedo explicar, sigo buscando momentos para hacer “mis monos” porque es importante para mí hacerlo.
Creo que existe un arte institucional que va por un camino que podemos ver claramente y existe otro, más silencioso, que podría ser este proyecto que estás teniendo, o la mantención de esta casa, o tener estos alumnos y poder enseñarles algo que les sea útil en el futuro. Diría que sí creo en el arte, pero en un arte que va por debajo, que es más rizomático y no jerárquico.
J: ¿Y tuviste que hacer las paces con entenderte como un tipo de artista que no transita por los lugares que nos enseñaron como los “tradicionales”?
P: Sí. Creo que cuando una entra a la universidad te venden una idea de lo que significa ser un “artista exitoso”, y a veces toca aceptar que una no va por esa vía, porque no puede o no quiere hacerlo. En algún minuto lo vi como un fracaso, pero hoy acepto eso porque entiendo que mis triunfos van por otros lados. Pero somos muchos artistas y cada año salen nuevos y no podemos tener todos el mismo sueño. Por eso, lo lindo de tener Plataforma Visual, es que es algo que he construido para que nadie me lo pueda quitar, es una forma de libertad que no depende de nadie más que de mí.
Pia: No, comencé cuando entré a la universidad, solo ahí tenía acceso a cámaras, no existían los celulares con las cámaras que existen ahora. En ese momento, la Finis recién había lanzado una mención en fotografía y fui la única que la sacó en mi generación.
J: ¿Por ser una mención nueva?
P: Sí, porque era nueva, pero también porque era una mención considerada menor que otras, como pintura o grabado.
J: ¿Menos importante?
P: Sí, y eso se reflejaba en que tenía menor cantidad de horas, por lo que tenías que complementarla obligatoriamente con otra. Eso demuestra cómo la universidad percibía la fotografía en ese entonces, como algo que tenía que estar acoplada a otra cosa.
J: ¿Y qué te alcanzaban a enseñar con esa limitación de tiempo? ¿Uso de cámaras?
P: Sí, de cámaras en general, análogas y digitales. Ahí pude aprender lo básico. Luego, gracias a que fui ayudante de Patricia Novoa, me sumergí mucho más en el tema, tanto en la parte técnica como en la conceptual.
J: ¿Y cuándo recién habías entrado a estudiar, a qué pensabas que te ibas a dedicar? ¿Qué experiencia tenías con el arte?
P: Entré a estudiar arte porque era buena con las manualidades. De hecho, nunca había pisado un museo en mi vida. Si bien soy de Santiago estuve mucho rato en Puerto Montt y eso influyó de forma importante en mi vida.
J: Si la fotografía es tu “segunda” mención, ¿cuál fue la principal?
P: Grabado, pero al ir entendiendo cómo funcionan las cosas fuera de la universidad decidí seguir haciendo fotografía en vez de grabado. Porque tener una prensa, un taller, ser “grabadora”, era una vía casi imposible, al menos para mí. Entonces la foto me resultó una mejor vía, y la que más me interesó seguir profundizando fue la digital.
J: ¿En qué minuto terminaste de aceptar la fotografía como tu medio o lenguaje? ¿Hubo algún proyecto o momento puntual con la que dijiste, “ah, esto es”?
P: En realidad fue súper gradual y no sé si pude realmente “tomar” esa decisión. Más bien, las oportunidades se fueron presentando para ir avanzando hacia esa dirección. Algunos proyectos fotográficos empezaron a quedar en concursos y lentamente pude entender que era un medio que me interesaba. Luego postulé al magíster de la Chile con un proyecto fotográfico.
J: Ahí pudiste especializarte más.
P: Sí, en el magíster todo mi trabajo e investigación teórica se centraron en trabajar con fotografía digital.
J: ¿Y en qué momento comenzaste a hacer registro de obra, fue algo que tus compañeros de universidad te pedían?
P: No, para nada. Fue después de la universidad, incluso después del magíster. Cuando ya estaba instalada en Casa Andacollo, y a partir de una conversación con Lucas Estévez, quien también tenía taller aquí, comencé a registrar sus obras. Desde entonces, y ya que sus pinturas eran bien difíciles de fotografiar, comencé a aprender cómo se hacían registros de obra.
J: ¿Eran difíciles de capturar por los colores de sus pinturas?
P: Sí, por los colores, pero también por la geometría de sus formas y los planos de color que pinta. Él busca hacer planos de color a través de capas superpuestas y en la fotografía tenía que lograr mantener esos colores completamente uniformes, para lo que se requería de una iluminación muy específica. Después, empecé a ofrecer el servicio a más personas y cobraba muy poco, casi nada. Fue una época de mucho aprendizaje.
De todas formas, creo que hasta el día de hoy sigo aprendiendo, porque siempre me llegan obras nuevas, de materialidades nuevas, lo que me obliga a aprender nuevas estrategias para solucionar su registro.
J: Es complejo aprender a tratar con lo “nuevo”. Entiendo que existen esquemas de luces y pautas para armar sets de fotos, pero ya que las materialidades y los formatos de las obras van cambiando, el trabajo de registrar no solo se reduce a armar esquemas, sino que es entender también cómo hacer que la foto pueda como traducir de manera fidedigna la pieza en su conjunto.
P: Es una súper dificultad que se vuelve motivadora, porque, sí, la foto no se resuelve solamente en lo técnico, sino en atender a los detalles que aporta cada artista, con su pincelada particular, con sus pinturas y materiales específicos. Adicional a eso, existe una experiencia al mirar las obras que, por muy fidedigno que sea el registro, y ocupe todas las herramientas para cuidar ese aspecto, existe una experiencia de la obra que se debe poder transmitir en la imagen final. Y eso es precisamente lo más difícil de lograr. A veces trabajo situando las piezas al lado del registro en mi computador y pienso que, si bien se pueden ver iguales, las obras no siempre terminan reflejándose en la captura. Es ahí cuando dejo de mirar las obras originales y tomo decisiones de postproducción para que las imágenes logren dar cuenta de cómo se perciben las obras en vivo. Mediar aquello es la parte más difícil.
J: Creo que eso es lo tramposo del registro de obra. Hoy experimentamos muchas cosas habiéndolas visto previamente de forma mediada, a través de internet. Son pocas las personas que van a muestras, ya sea por las limitaciones de tiempo, o de nuestros propios cuerpos, y una termina construyendo un montón de cosas a través de lo digital. Es complejo, porque nos hemos acostumbrado a que podemos percibir el arte distanciándolo de su experiencia física. En tu caso, imagino lo complejo que debe ser tener que encargarse de intentar resguardar esa experiencia a través de la foto.
P: Es bien difícil y el aprendizaje es de nunca acabar. Quizás sea por eso que somos pocos los que hacemos registro de obra, aunque ahora han aparecido más personas que lo ejercen. Creo que esto es bueno y no lo veo como competencia, pero sí siento que a veces falta autocrítica respecto al trabajo que se realiza. Creo, también, que siempre hay que ser honesto con el cliente/artista e insistirle que la foto es un medio digital con el que siempre van a existir pérdidas.
J: Claro, es el problema de la traducción y de la búsqueda por recrear un doble de algo que existe y se experimenta en la realidad física.
P: Es por ello que a cada artista nuevo que llega a trabajar conmigo le digo que es probable que el primer registro no nos salga tan bien, que a medida en la que podamos seguir trabajando voy a poder entender mejor su mano, sus colores, y lo que busca priorizar.
J: ¿Qué sería lo bueno, lo malo y lo feo de trabajar con otros artistas?
P: Lo bueno es lo que te comentaba antes, la riqueza de poder compartir en conjunto la búsqueda por representar, en bidimensional, una obra que al artista le requiere mucho tiempo y corazón. Aquello es difícil y bueno al mismo tiempo, porque implica conocer a mucha gente y muchas maneras de trabajar distintas.
Lo malo, o más bien, lo difícil, es que los artistas nos hemos acostumbrado a vivir en un sistema de precarización constante y pareciera que muchos no se dan cuenta que también comienzan a precarizar el trabajo de otros, sobre todo de quienes les prestan servicios y quienes muchas veces son, además, sus pares. Desde que entendí eso me comencé a esforzar por poner límites y no trabajar con personas que no respetan el trabajo que hago.
J: Por eso te preguntaba, porque eres artista y produces obras, y por ello estás trabajando directamente con tus pares. Si solamente prestaras un servicio como quien saca fotos para el retail sería distinto, porque no habitas los mismos lugares. Pero tu posición es muy distinta ya que no puedes desligarte del todo de quienes se sitúan en el lugar de “clientes”.
P: Sí, ahí hay algo que se siente disociativo, porque reconozco un trato distinto cuando te perciben como alguien que presta un servicio a cuando te reconocen como artista visual. Por eso, busco que mi trabajo fotográfico y el de registro tengan nombres distintos e insisto que los créditos del trabajo le sea dado a “Plataforma Visual”.
J: Además de hacer registro y mantener tu práctica, también llevas Casa Andacollo, ¿cómo manejas ser administradora de un lugar que proporciona espacios de trabajo para distintos creativos?
P: Llevar una casa es mucho trabajo y acá somos unas 20 personas que trabajamos en el mundo de las artes y oficios. Y claro, este rol de coordinadora es algo que quita mucho tiempo y energía, porque no solamente es cuidar la casa y mantenerla en un sentido estructural, sino que es también manejar un grupo humano. Al menos, como yo lo veo, tiene que existir aquí una suerte de armonía entre quienes compartimos, porque no se trata de solo de arrendar una oficina y desentenderse, sino que busco que pueda establecerse una comunidad. Creo que todos quienes hemos manejado espacios podemos coincidir en que es una labor muy estresante, tanto a nivel táctico como de recursos humanos.
J: Además de todos los roles que ya definimos, también haces clases. ¿De qué haces clases?
P: Hago clases de Fotografía en la Facultad de Artes de la Finis Terrae, en donde también hago todos los cursos de Arte de una carrera que se llama “Artes Culinarias”, enfocada en enseñar a chicos que están siendo formados para ser chef o administrar restaurantes. Es una carrera que está bajo el alero de la Facultad de Economía.
J: Imagino que tienen una aproximación muy distinta a los encargos.
P: Tienen otro enfoque, completamente. A ellos les hago cursos de arte y creatividad y también de fotografía. Se vuelve un gran desafío porque significa enseñar arte a personas que no quieren ser artistas y, al no tener ese objetivo o motivación inicial, se siente bastante fresco, muchos no se dan ni cuenta de lo buenos que son. También he tenido que aprender a comunicarme con ellos ya que siempre estoy trabajando con las generaciones nuevas y estoy cada vez más lejos de ellos en edad. A pesar de lo desafiante que es, me gusta mucho hacer clases y espero no tener que dejar de hacerlo.
J: ¿Qué puedes concluir en tu experiencia como docente, comparándola con tu experiencia como alumna?
P: Año a año una tiene la posibilidad de mejorar la docencia y preparar a les chiques para el mundo tan duro que se les viene en el futuro. Aunque sea difícil de lograr, creo que la universidad es un lugar en donde se puede trabajar con les alumnes creando ambientes agradables para, ojalá, no repetir lo que una vivió, no solamente durante los años universitarios, sino también después.
J: Tenía la impresión de que llevabas un estilo de vida más bien solitario, porque pensaba en tu trabajo como artista y fotógrafa digital, pero me doy cuenta que en realidad casi todo lo que haces implica trabajar constantemente con otras personas.
P: Sí, demasiado.
J: ¿Te sientes cómoda con eso?
P: Sí, te diría que no, pero la verdad es que sí. Me gusta que haya comunidad en Andacollo, tratar con los artistas de Plataforma Visual y hacer clases a mis alumnes. También reconozco que al final del día solo quiero irme a casa y no hablar con nadie más. Y es que entiendo que hay momentos en donde mi trabajo requiere de mucho contacto con personas distintas, desde chicos de primer año hasta artistas mayores o personas de muchos oficios distintos. He tenido que aprender a mediar.
J: ¿Crees que ha cambiado tu forma de producir obra al entender cómo se muestra el arte en redes o teniendo mayor conocimiento sobre edición?
P: No sé si lo tengo tan claro. En realidad, como en “casa de herrero, cuchillo de palo”, suelo no hacer registro de mis propias exposiciones, solo les tomo fotos con el celular o luego le pregunto a mis amigos si alguien sacó. En realidad, no sé si he ocupado tan específicamente mis conocimientos técnicos, pero comprender mejor cómo funciona el mundo del arte sí me ha hecho tomar decisiones. He identificado dinámicas que no creo correctas y de las que he preferido restarme.
J: ¿Cómo cuáles?
P: Ya no participo en algunos concursos, por ejemplo. Lo que no significa que no participaría de alguna exposición o proyecto si alguien me invita a ser parte, pero ya no busco someterme a ciertas dinámicas.
J: Entonces son más bien cambios relacionados a la comprensión de aspectos más sensibles del mundo del arte que trucos técnicos. Imagino que por el servicio de registro puedes identificar fácilmente peaks de tensión en los artistas asociados a la apertura de convocatorias, incluso si no estás al tanto de ellas.
P: Sí, porque los artistas me traen sus obras y entran en las lógicas de esas instancias y llegan con requerimientos específicos según los distintos concursos. Pero, asimismo, veo cómo los artistas gastan mucho dinero en crear obras inéditas, moverlas, y sacarles un registro profesional, y no sé si en todos los casos esos grandes esfuerzos terminan siendo respetados. Aunque no creo que eso sea culpa de los artistas.
J: Son las condiciones de precarización transversales del sistema, del entorno cultural. Teniendo en cuenta tus reflexiones, ¿crees en el arte hoy? En lo personal, es una pregunta a la que estoy constantemente dando vueltas, como también lo son las formas que tenemos como artistas para establecer relaciones fuera de la lógica expositiva. Este proyecto, por ejemplo, parte a partir de esa pregunta. ¿Cuáles dirías que son tus estrategias para seguir queriendo dedicarte al arte, sea lo que eso sea?
P: Aunque suene romántico, creer en el arte es lo único que nos queda. Es una pequeña forma de resistencia. Creo que en vez de quedarnos enfrascados en la pregunta sobre lo que es arte y lo que no, es más importante entender que, lo que sea que eso es, vive en estos proyectos que mantenemos o en esta conversación que estamos teniendo ahora.
Yo hago cuatro fotos al año y las expongo donde me aparece la oportunidad de hacerlo. No creo responder a la idea de artista que busca el circuito o la academia, y tampoco creo ser una persona que vive de su arte, pero vivo de las clases, del proyecto Plataforma Visual y de Casa Andacollo. Aun así, y por alguna razón que no puedo explicar, sigo buscando momentos para hacer “mis monos” porque es importante para mí hacerlo.
Creo que existe un arte institucional que va por un camino que podemos ver claramente y existe otro, más silencioso, que podría ser este proyecto que estás teniendo, o la mantención de esta casa, o tener estos alumnos y poder enseñarles algo que les sea útil en el futuro. Diría que sí creo en el arte, pero en un arte que va por debajo, que es más rizomático y no jerárquico.
J: ¿Y tuviste que hacer las paces con entenderte como un tipo de artista que no transita por los lugares que nos enseñaron como los “tradicionales”?
P: Sí. Creo que cuando una entra a la universidad te venden una idea de lo que significa ser un “artista exitoso”, y a veces toca aceptar que una no va por esa vía, porque no puede o no quiere hacerlo. En algún minuto lo vi como un fracaso, pero hoy acepto eso porque entiendo que mis triunfos van por otros lados. Pero somos muchos artistas y cada año salen nuevos y no podemos tener todos el mismo sueño. Por eso, lo lindo de tener Plataforma Visual, es que es algo que he construido para que nadie me lo pueda quitar, es una forma de libertad que no depende de nadie más que de mí.
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