2.
Matías: ¿Cuál es la influencia de la infancia en tu trabajo?
Santiago: Mi hermano mayor es hiperfan de los juegos, de Nintendo especialmente, y cuando era chico coleccionábamos las revistas Club Nintendo. Yo me subí al bote nomás en verdad. Ese fue mi primer acercamiento a los videojuegos.
Nunca he sido bueno para los juegos, soy una persona que le pega o que pasa las etapas, pero mi hermano es súper bueno y lo veía jugar. Veía los personajes, los colores, la ropa, rayaba con los diseños de Megaman y Sonic, que es algo que permanece hasta hoy en lo que me gusta, el diseño de los personajes.
En Megaman estaba el tema de las armaduras: si el personaje pasaba una etapa se ganaba una armadura nueva, y era de otro color, y tiraba otros ítems. Los ítems también tenían su propia figura y una variante. Sin tener idea de lo que era el arte veía esas cosas y pensaba, “qué genialidad”.
Lo mismo con Sonic, que es el protagonista, pero que tenía sus compañeros. En la tele daban una serie que se llamaba Sonic Underground, muy antigua, donde comían completos. Lo encontraba loco, ¿por qué comían completos? En verdad eran hotdogs, esa hueá más gringa, vienesa con carne molida, pero era la comida favorita de Sonic. Como acá en Chile también se comían completos había algo con la identidad que calzaba y me gustaba.
Matías: A propósito de identidad, ¿cómo empieza la búsqueda de una línea en tu trabajo?
Santiago: Tengo una fascinación por los personajes, los “monos”. En general, los dibujos animados, los cartoon, los cómics, todas esas cosas, tienen el estigma de ser “infantiles”: se piensa que son para niños. Como tengo esa fascinación y la herramienta del modelado 3D pienso más en hacer ese tipo de cosas que algo más realista. Estoy muy influenciado por eso.
Siento que tengo cosas en mi cabeza que son figuritas. Tengo una repisa llena de figuritas de Sonic, Megaman, Megabox, Pokemon, me encantan esas cosas como “juguetes”. Tiene que ver con los personajes, más que el personaje humano, mezclas entre robotcitos, animalitos.
Matías: ¿Cómo has logrado desarrollar un estilo en tu obra?
Santiago: Hay una influencia muy grande en el graffiti de Nueva York de los 70, 80 y 90, que trabajan mucho con personajes, también. Había harta gente que tiraba la letra y al lado ponía un “mono”.
En la pintura y la mancha también se da algo especial. Mi tío era pintor y tenía unos pedazos de cartón llenos de manchas y me preguntaba “¿qué ves?”. Me pasaba que miraba las manchas y lo que siempre veía eran “monos”, personajes, caritas. Es como una manía.
Poco a poco se empezó a refinar el tema de la pintura. En un momento ya no quería pintar manchas sobre manchas, porque las manchas me decían lo que yo hacía, yo quería decirle a las manchas lo que yo quería. En un momento me metí en el óleo, tomé unas clases y dije “quiero ser pintor, quiero hacer esto”. Siempre estuve entre lo que es diseño y arte, como mezclado.
Cuando empecé a pintar mis materiales eran baratos: spray, látex, spray, plumones. Materiales muy básicos. Pero en un punto dije “quiero vivir de esto pero, ¿cómo lo hago, cómo le puedo dar más valor a esto?”. Empecé a incursionar en otras técnicas y tomé algunas clases de óleo, pero no me gustó tanto porque tienes que esperar. Tienes que planear y desarrollar la paciencia.
En esa línea llegué al 3D. Tenía mis monos, muy básicos, y empecé a experimentar más. Me preguntaba “¿cómo hago para llevarlo a otra materialidad?”.
Matías: ¿Y qué referencias tenías acá en Chile?
Santiago: Hay pocos. Icónicos son “Los Pulentos”, “Villa Dulce” o “Diego y Glot”. Antes, “Ogú y Mampato”. Pero más allá de eso no hay tanto. Algunas productoras hace algunos años recién empezaron a tirar para arriba y se comenzaron a internacionalizar. “Historia de un oso” por ejemplo, ganaron un Oscar, un hito. Yo no estudié animación profesional, entonces para mí es muy difícil insertarme en un estudio profesional.
Matías: ¿Cómo conversa esto con tu trabajo? ¿Qué ideas tienes en mente?
Santiago: Me encantaría ganarme un fondo y hacer un monito, alguna figura, gigante, en cobre por ejemplo. Algo de tres metros. También el mismo mono pero inflable, y presentarlo a alguna galería. Eso sería un sueño. Llevar lo que hago a una escala gigante. Hace un tiempo por Instagram caché un loco que trabaja con estructuras gigantescas con fibra de vidrio. Mi idea es poder materializar lo que está en mi mente, o debería decir en mi computador, llevarlo al espacio físico, que la gente esté dentro de la animación.
El tiempo que uno tiene para pensar esas cosas no es mucho. Es algo que le pasa a harta gente creativa. El arte no se paga bien, tienes que tener mucho reconocimiento para que sea así, entonces hay que luchar para mantenerte ahí. Mantenerte activo produciendo y mantenerte como persona que va al súper, que compra cosas, paga cuentas, arriendo.
Matías: ¿Cuál es la influencia de la infancia en tu trabajo?
Santiago: Mi hermano mayor es hiperfan de los juegos, de Nintendo especialmente, y cuando era chico coleccionábamos las revistas Club Nintendo. Yo me subí al bote nomás en verdad. Ese fue mi primer acercamiento a los videojuegos.
Nunca he sido bueno para los juegos, soy una persona que le pega o que pasa las etapas, pero mi hermano es súper bueno y lo veía jugar. Veía los personajes, los colores, la ropa, rayaba con los diseños de Megaman y Sonic, que es algo que permanece hasta hoy en lo que me gusta, el diseño de los personajes.
En Megaman estaba el tema de las armaduras: si el personaje pasaba una etapa se ganaba una armadura nueva, y era de otro color, y tiraba otros ítems. Los ítems también tenían su propia figura y una variante. Sin tener idea de lo que era el arte veía esas cosas y pensaba, “qué genialidad”.
Lo mismo con Sonic, que es el protagonista, pero que tenía sus compañeros. En la tele daban una serie que se llamaba Sonic Underground, muy antigua, donde comían completos. Lo encontraba loco, ¿por qué comían completos? En verdad eran hotdogs, esa hueá más gringa, vienesa con carne molida, pero era la comida favorita de Sonic. Como acá en Chile también se comían completos había algo con la identidad que calzaba y me gustaba.
Matías: A propósito de identidad, ¿cómo empieza la búsqueda de una línea en tu trabajo?
Santiago: Tengo una fascinación por los personajes, los “monos”. En general, los dibujos animados, los cartoon, los cómics, todas esas cosas, tienen el estigma de ser “infantiles”: se piensa que son para niños. Como tengo esa fascinación y la herramienta del modelado 3D pienso más en hacer ese tipo de cosas que algo más realista. Estoy muy influenciado por eso.
Siento que tengo cosas en mi cabeza que son figuritas. Tengo una repisa llena de figuritas de Sonic, Megaman, Megabox, Pokemon, me encantan esas cosas como “juguetes”. Tiene que ver con los personajes, más que el personaje humano, mezclas entre robotcitos, animalitos.
Matías: ¿Cómo has logrado desarrollar un estilo en tu obra?
Santiago: Hay una influencia muy grande en el graffiti de Nueva York de los 70, 80 y 90, que trabajan mucho con personajes, también. Había harta gente que tiraba la letra y al lado ponía un “mono”.
En la pintura y la mancha también se da algo especial. Mi tío era pintor y tenía unos pedazos de cartón llenos de manchas y me preguntaba “¿qué ves?”. Me pasaba que miraba las manchas y lo que siempre veía eran “monos”, personajes, caritas. Es como una manía.
Poco a poco se empezó a refinar el tema de la pintura. En un momento ya no quería pintar manchas sobre manchas, porque las manchas me decían lo que yo hacía, yo quería decirle a las manchas lo que yo quería. En un momento me metí en el óleo, tomé unas clases y dije “quiero ser pintor, quiero hacer esto”. Siempre estuve entre lo que es diseño y arte, como mezclado.
Cuando empecé a pintar mis materiales eran baratos: spray, látex, spray, plumones. Materiales muy básicos. Pero en un punto dije “quiero vivir de esto pero, ¿cómo lo hago, cómo le puedo dar más valor a esto?”. Empecé a incursionar en otras técnicas y tomé algunas clases de óleo, pero no me gustó tanto porque tienes que esperar. Tienes que planear y desarrollar la paciencia.
En esa línea llegué al 3D. Tenía mis monos, muy básicos, y empecé a experimentar más. Me preguntaba “¿cómo hago para llevarlo a otra materialidad?”.
Matías: ¿Y qué referencias tenías acá en Chile?
Santiago: Hay pocos. Icónicos son “Los Pulentos”, “Villa Dulce” o “Diego y Glot”. Antes, “Ogú y Mampato”. Pero más allá de eso no hay tanto. Algunas productoras hace algunos años recién empezaron a tirar para arriba y se comenzaron a internacionalizar. “Historia de un oso” por ejemplo, ganaron un Oscar, un hito. Yo no estudié animación profesional, entonces para mí es muy difícil insertarme en un estudio profesional.
Matías: ¿Cómo conversa esto con tu trabajo? ¿Qué ideas tienes en mente?
Santiago: Me encantaría ganarme un fondo y hacer un monito, alguna figura, gigante, en cobre por ejemplo. Algo de tres metros. También el mismo mono pero inflable, y presentarlo a alguna galería. Eso sería un sueño. Llevar lo que hago a una escala gigante. Hace un tiempo por Instagram caché un loco que trabaja con estructuras gigantescas con fibra de vidrio. Mi idea es poder materializar lo que está en mi mente, o debería decir en mi computador, llevarlo al espacio físico, que la gente esté dentro de la animación.
El tiempo que uno tiene para pensar esas cosas no es mucho. Es algo que le pasa a harta gente creativa. El arte no se paga bien, tienes que tener mucho reconocimiento para que sea así, entonces hay que luchar para mantenerte ahí. Mantenerte activo produciendo y mantenerte como persona que va al súper, que compra cosas, paga cuentas, arriendo.